sábado, 10 de noviembre de 2007

LECTURA 1

El debate en torno a la ciencia como condición indispensable para el progreso humano y la comprensión del mundo en que nos movemos, encuentra una primera fricción entre aquellos autores que preconizan descubrir las leyes naturales del universo que rodea al hombre como fin último sin tener encuenta los factores que inciden en los fenómenos ( aislando la cognición ); y aquellos que consideran el conocimiento en relación con multitud de factores que interactúan y se condicionan mutuamente.
La búsqueda exclusiva de la verdad y de los axiomas en un campo determinado sin tener en cuenta el entorno, sumerge en un clima de esterilización al conocimiento; puesto que los avances teóricos deben impregnarse de una realidad concreta y tratar de modificarla si así obtenemos un beneficio colectivo. Centrarnos en la teoría, arrinconando la praxis, no conduce más que a la acumulación de conocimiento y teorías condenadas al olvido o al disfrute de unos cuantos elegidos con acceso a las mismas; mientras la realidad continúa buscando soluciones concretas.
El componente colectivo de la praxis, la necesidad de coordinación en la puesta en marcha de las acciones implica un mutuo conocimiento, el ensayo-error es fundamental para subsanar deficiencias teóricas o confirmar hipótesis; si bien el campo de las ciencias sociales presenta una mayor dificultad tangible en la confirmación de determinadas teorías, no deja de ser esencial en la evolución del conocimiento los episodios sociales históricos y su repercusión teórica.
Ante la separación entre hombre de teoría y hombre de acción, no cabe más que el rechazo enérgico; ¿no es precisamente el científico y su conocimiento teórico la espita necesaria para que se produzca una reacción?,en el mismo sentido el científico suele ser abanderado de su causa, y el principal valedor de la misma, por lo que capitanea la acción.
Ahora bien en el terreno político esta conjunción se está convirtiendo en una quimera, el científico queda relegado normalmente a un segundo plano, centrado en la investigación social y la docencia; y es el hombre de acción el que adopta el protagonismo práctico. El clima de bajeza intelectual que ahoga el debate político y la confluencia de intereses hacen que el teórico se aleje del campo práctico, aislandose en buena medida de la realidad palpable.
Los procesos sociales son extreadamente dinámicos,y no pueden aislarse para su estudio pormenorizado, por lo que se impone la necesidad de conjunción entre teoría y práctica de forma más acusada que en otras disciplinas, teniendo en cuenta la multiplicidad de factores que inciden en el ser humano y en sus relaciones políticas y sociales.
Sin embargo parece que los acontecimientos muestran que el conocimiento permanece silenciado por intereses más terrenales, el juego político en el que sólo priman los resultados inmediatos y de corto plazo, es mal compañero para la ciencia necesitada de sosiego y tranquilidad para desarrollarse en plenitud; con lo que contradiciendo lo anterior, la ciencia política para desarrollarse se recluye en la teoría con los condicionantes que esto acarrea, como anteriormente hemos señalado.
Los hombres de acción de la política ( al menos aquellos que pertenecen al sistema imperante ) recelan de la ciencia, tratando de contagiar su ignorancia y falta de conocimiento a una ciudadanía impasible; sus acciones revelan la ausencia de conocimiento, sin embargo no parece que esto preocupe especialmente a los sectores sociales, que aceptan la estulticia de sus representantes y aprueban sus acciones legislatura tras legislatura.
No parece que la ciencia cuente con adeptos suficientes para imponerse en el campo político, donde el conocimiento es sustituido por el servilismo y los intereses priman sobre la verdad.

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